ana, la vendedora de helados

La vida de Ana no era fácil. Era madre soltera de dos hijos, João y Luiza, y había perdido su trabajo como pastelera hace unos meses. Sin ingresos, se había endeudado con el alquiler y estaba a punto de quedar en la calle. No sabía qué hacer para salir adelante y se sentía cada vez más desesperada.

Un día, navegando por las redes sociales, vio una publicación que le llamó la atención. Era una receta de postres helados dentro de bolsas, que se podían hacer con pocos ingredientes y sin necesidad de una heladera. Ana recordó sus conocimientos en repostería y pastelería y pensó que podría intentar hacer esos helados para venderlos en su barrio. Tal vez así podría ganar algo de dinero y pagar el alquiler.

Ana fue al supermercado y compró lo que necesitaba: leche condensada, crema de leche, frutas, chocolate, bolsas de plástico y palitos de madera. Con eso, preparó varios sabores de helados y los congeló en el freezer de su casa. Al día siguiente, salió a la calle con una hielera y empezó a ofrecer sus helados a los vecinos, a los transeúntes y a los comerciantes. Los helados eran baratos y deliciosos, y pronto se hicieron populares. Ana vendió todos los que había hecho y volvió a su casa con una sonrisa.

Así comenzó su emprendimiento. Ana siguió haciendo y vendiendo helados todos los días, y cada vez tenía más clientes. Con el dinero que ganaba, pudo pagar el alquiler y comprar más ingredientes para hacer más helados. También pudo mejorar la calidad de vida de sus hijos, que la ayudaban con el negocio. Ana se sentía feliz y orgullosa de su trabajo.

Un día, recibió una llamada de su hermana, Clara, que vivía en otra ciudad. Clara le contó que estaba sin empleo y que no encontraba trabajo por ningún lado. Ana le propuso que se mudara con ella y que se uniera a su emprendimiento. Clara aceptó y viajó a São Paulo para vivir con Ana y sus sobrinos.

Clara se integró al negocio familiar y aportó sus ideas y su creatividad. Juntas, crearon nuevos sabores y presentaciones de los helados, y los promocionaron en las redes sociales. También consiguieron un carrito para vender los helados en más lugares y atraer a más clientes. El negocio creció y se hizo famoso en el barrio y en la ciudad.

Hoy, cinco años después, el emprendimiento de Ana y Clara ha dado empleo a diez personas más, que trabajan en la producción y la distribución de los helados. Ana y Clara han abierto una tienda donde venden sus helados y otros productos de repostería y pastelería. Sus hijos están estudiando y tienen un futuro prometedor. Ana y Clara son felices y agradecidas por el éxito de su negocio, que empezó con una simple receta de postres helados dentro de bolsas.

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