Juzgar es propio de la conducta de la mayoría de las personas, se juzga por el color de piel, por los tatuajes, por la ropa que viste la persona, por la forma de hablar y por muchas otras maneras. La mayoría de las veces esos juicios son erróneos y este es uno de esos casos. Una historia increíble...
En una ciudad de Colombia, vivía una chica llamada Marta. Era una chica introvertida, tranquila, sencilla, con una sonrisa bonita y tatuajes en brazos y piernas. Le gustaba el skate, la fotografía, bailar y leer en la playa. Tenía pocas amistades y solía salir de noche.
Los vecinos de Marta no la entendían. Decían que estaba perdida, que andaba en malos pasos. La veían salir de noche y volver tarde, siempre acompañada por diferentes personas.
Pero Marta no estaba en malos pasos. Todos los días se iba a colaborar con un grupo de personas que cocinaban para personas de la calle o que no tenían alimentos. Ella ayudaba a picar las verduras y, mientras todo se estaba cocinando, se ocupaba de enseñarles bailes divertidos a las personas que acudían al lugar. De esta manera, hacía que se divirtieran y se olvidaran un poco de sus problemas.
Cuando la comida estaba lista para servir, ella se encargaba de repartir el pan y regalaba siempre sonrisas a todos los que iban por un plato de alimento. Al finalizar su jornada, algunos del grupo siempre la acompañaban hasta su casa para que llegara segura.
Los padres de Marta sabían bien lo que hacía su hija. La empresa de la cual eran dueños siempre estaba aportando material necesario para esa linda obra.
Un día, una vecina de Marta, que era una mujer muy religiosa, se acercó a ella para hablar con ella.
Marta, sé que ayudas a las personas de la calle, pero no es apropiado que salgas de noche. Podrías meterte en problemas – le dijo la vecina.
Marta la miró a los ojos y le sonrió.
No me meto en problemas, señora. Voy a ayudar a las personas que lo necesitan – respondió Marta.
La vecina se quedó un momento pensando. Luego, le dio un abrazo a Marta.
Está bien, Marta. Te entiendo – dijo la vecina.
La vecina se fue, y Marta siguió con su trabajo.
Marta y la abuela
Un día, Marta estaba ayudando a cocinar cuando vio a una abuela que parecía estar muy triste. Se acercó a ella y le preguntó qué pasaba.
La abuela le contó que su nieto estaba sin trabajo y le estaba costando conseguir otro. Marta la escuchó con atención y, cuando terminó de hablar, le dijo:
No se preocupe, abuela. Aquí hay comida para usted y su familia, tráigalos y comida no les va a faltar.
Marta le dio a la abuela un plato de comida y la invitó a bailar. La abuela, al principio, se sintió un poco incómoda, pero luego se animó y comenzó a bailar.
Al terminar de bailar, la abuela le agradeció a Marta.
Gracias por ayudarme – dijo la abuela.
De nada – respondió Marta.
La abuela se fue, y Marta siguió ayudando a los demás.
Marta sabía que su trabajo no era fácil, pero era muy feliz haciéndolo. Sabía que estaba haciendo una diferencia en el mundo.
Marta y el niño
Un día, Marta estaba ayudando a repartir la comida cuando vio a un niño que parecía estar muy solo. Se acercó a él y le preguntó qué pasaba.
El niño le contó que sus padres habían muerto y que no tenía a nadie. Marta lo escuchó con atención y, cuando terminó de hablar, le dijo:
No te preocupes, niño. Aquí tienes una amiga- dijo Marta.
Marta se sentó con el niño y comenzaron a hablar. Marta le contó historias y le hizo reír. El niño, al principio, estaba un poco tímido, pero luego se animó y comenzó a contarle cosas a Marta.
Marta y el niño se hicieron amigos rápidamente. Marta lo visitaba todos los días y le llevaba comida y compañía. El niño estaba muy feliz de tener a Marta como amiga. En ese tiempo Marta se ocupo de hablar con personas para poder darle un hogar provisorio al niño, varios amigos se unieron para cuidarlo hasta que lograron ponerse en contactos con familiares del niño que se hicieron cargo para que ya no anduviera en la calle. Cada tanto tiempo el chico ahora ya mas grande va a visitar a Marta y siempre le agradece lo que hicieron por él.
Marta y el mundo
Marta siguió ayudando a los demás durante muchos años. Su trabajo era muy importante para ella. Sabía que estaba haciendo una diferencia en el mundo y eso la hacía feliz.
Un día, Marta recibió una noticia muy triste. Su madre había muerto. Marta estaba muy triste, pero sabía que su madre estaría orgullosa de ella.
Marta siguió ayudando a los demás, incluso después de la muerte de su madre. Su trabajo se convirtió en su vida y aportó mucho para ayudar a las personas mas necesitadas.
Hoy en día es una persona muy reconocida, se ocupa de la empresa de sus padres y siempre, siempre concurre a ayudar a las personas.