Una lombriz muy astuta

¿Qué pasaría si un gorrión se encontrara con una lombriz muy inteligente? Eso es lo que les voy a contar en esta historia, una historia muy linda, un cuento que da para pensar bastante y de la cual podemos aprender bastante.

Todo empezó una mañana soleada, cuando un gorrión hambriento se posó en el césped de un parque, buscando algo que comer. Allí vio a una lombriz que se arrastraba por la tierra, y sin pensarlo dos veces, se lanzó a por ella. Pero lo que no sabía el gorrión es que esa lombriz era muy especial, y tenía una gran capacidad para pensar y hablar.

– ¡Espera! – le dijo la lombriz al gorrión, justo antes de que este le clavara el pico – ¿Sabes cuál es la diferencia entre un gorrión y un avestruz?

El gorrión se quedó sorprendido, y soltó a la lombriz. No esperaba que una lombriz le hablara, y menos que le hiciera una pregunta tan extraña.

– ¿Qué? – preguntó el gorrión, confundido.

– La diferencia entre un gorrión y un avestruz – repitió la lombriz – ¿La sabes?

El gorrión pensó un momento. Sabía que los avestruces eran unos pájaros muy grandes, que no podían volar, y que vivían en África. Pero no entendía qué tenía que ver eso con él.

– No sé, dime tú – respondió el gorrión.

– Pues la diferencia es que los avestruces tienen dos dedos en cada pata, y los gorriones tienen cuatro – explicó la lombriz.

– ¿Y eso qué importa? – preguntó el gorrión, impaciente.

– Pues importa mucho – dijo la lombriz – Porque los dedos de los pájaros son los que les permiten agarrarse a las ramas, y también los que les ayudan a impulsarse para volar. Los avestruces no pueden volar porque tienen pocos dedos, y por eso son tan pesados. Los gorriones, en cambio, pueden volar porque tienen muchos dedos, y por eso son tan ligeros.

El gorrión se quedó pensativo. Nunca se había fijado en sus dedos, ni en lo importantes que eran para volar. Se miró las patas, y vio que efectivamente tenía cuatro dedos en cada una.

– Es verdad – dijo el gorrión – Tengo cuatro dedos. Y gracias a ellos puedo volar.

– Así es – afirmó la lombriz – Y sabes qué más? Que los gorriones son capaces de levantar el vuelo en menos de un segundo, desde que están posados en el suelo. Eso es muy rápido, ¿no crees?

El gorrión asintió. Se sentía orgulloso de ser un gorrión, y de poder volar tan bien. Se olvidó por completo de que tenía hambre, y de que quería comerse a la lombriz.

– Eres muy inteligente – le dijo al gusano – ¿Cómo sabes tantas cosas?

– Leo mucho – respondió la lombriz – Me gusta aprender cosas nuevas cada día. Y también me gusta hablar con otros animales, como tú.

– Pues yo no suelo hablar con lombrices – admitió el gorrión – Ni con otros animales. Solo con otros gorriones.

– Eso es una lástima – dijo la lombriz – Porque hay mucho que aprender de otras especies. Por ejemplo, ¿sabes qué es la lombritis aguda?

El gorrión negó con la cabeza. No tenía ni idea de lo que era eso.

– La lombritis aguda es una enfermedad muy grave que afecta a los pájaros que comen lombrices inteligentes como yo – explicó la lombriz – Los síntomas son fiebre, tos, dolor de cabeza y pérdida de plumas. Es muy contagiosa, y puede ser mortal si no se trata a tiempo.

El gorrión se asustó al oír eso. No quería enfermarse, ni perder sus plumas, ni morir. Se alejó un poco de la lombriz, y la miró con recelo.

– ¿Estás diciendo que si te como me voy a contagiar de esa enfermedad? – preguntó el gorrión.

– Eso es lo que dicen – dijo la lombriz, con una sonrisa maliciosa – Yo no lo sé con certeza, porque nunca he visto a un pájaro comerse a una lombriz inteligente. Pero yo no me arriesgaría, si fuera tú.

El gorrión se quedó pensando. No sabía si creerle a la lombriz, o si era una mentira para salvarse. Pero tampoco quería arriesgarse a enfermarse. Se quedó mirando al cielo, buscando alguna señal que le indicara qué hacer.

Mientras tanto, la lombriz seguía sonriendo. Sabía que el gorrión estaba distraído, y que no se había dado cuenta de que un gato negro se acercaba sigilosamente por detrás. La lombriz había visto al gato desde el principio, y había usado sus preguntas para ganar tiempo y distraer al gorrión. Era su plan para escapar de ser el almuerzo de un pájaro.

Y el plan funcionó. Justo cuando el gorrión se disponía a comerse a la lombriz, el gato saltó ágilmente y atacó al gorrión. El gorrión logró escapar, pero no sin perder algunas plumas. Y la lombriz, muy contenta, se fue silbando, feliz de haber salvado su vida.

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